martes, 5 de febrero de 2013

Los testículos ya no caben de la dicha en su nuevo empaque



Es cierto: los testículos del hombre siempre han querido mejorar la bolsa que los aloja, pues aseguran que se encuentra desactualizada desde Adán.

Pero nada: las revoluciones jamás se ocuparon de la zona media del hombre, y aquella bolsa cruzó siglos y edades tan imperturbable como la que Eva tuvo en el paraíso, a la mano y para el goce ocasional.

Llegó sin embargo el día del cumplimiento del refrán que dice que no hay cuero que dure cien años ni testículos que lo resistan.

Fue el día en que el mercado inventó las leyes de la oferta y la demanda, y éstas se pusieron enseguida al servicio de los testículos y sus sueños de una envoltura digna del mejor gusto femenino.

Los cuatro empezaron así un trabajo colectivo que no tiene paralelo en todo el proceso de la evolución humana.

Distribuyeron funciones así: Mientras los testículos continuaron, como siempre, dando lo mejor de sí, las leyes emprendieron una tenaz campaña contra la vieja envoltura heredada de Adán, y probada y aprobada por Eva.

La ley de la oferta empezó por criticar el nombre de la envoltura. Sostuvo que una mercadería que se llame escroto no debería ofrecerse ni siquiera en los “agachaderos” de andén.

Por su parte, la ley de la demanda insistió en que era impensable que alguien pudiera sentirse satisfecho con la adquisición de un producto que mostrara en vitrina el aspecto del escroto.

Hasta que la campaña llegó a oídos de la cirugía plástica, y ésta de inmediato cogió herramientas y se aplicó luego a lo suyo: a echar cuchillo.

Y fue así como cuchillo y mercado lograron embellecer por fin algo que ni el Creador ni la Evolución se habían atrevido siquiera a tocar, tal vez por temor a la embestida del procurador Ordóñez.

Entre los testículos favorecidos se encuentran los de George Clooney, que ya se ofrecen en empaque de lujo, sin las arrugas de Adán y sin las imperfecciones propias del lugar.

Y todo ello gracias a un estiramiento de piel (lifting) que tuvo lugar allá abajo, según reveló el propio actor.

Ya entrados en estiramientos de la zona media, los hombres no queremos que se desechen las arrugas que el planchado de testículos deje inservibles.

Exigimos en cambio que se desplacen un poco y sean absorbidas por la piel de aquel tubito que también presta servicios allá abajo, y cuya movilidad se reduce un “estira y encoge” más o menos continuo.

Y lo exigimos porque estamos seguros que ocurrirá lo siguiente: que al momento de desarrugarse, cuantas más arrugas albergue en su piel el tubito aquel, mayor habrá de ser su estiramiento.

Y lo que es mejor: al natural y sin cirugía plástica.

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