jueves, 25 de octubre de 2012

No es Roy Barreras: ¡es la próstata, Angelino!



El quisquilloso asunto se resolvería dentro de la Constitución y las leyes vigentes si Angelino Garzón, el vicepresidente de Colombia, escuchara con más atención lo que a gritos le está diciendo ese nuevo e interesante órgano de nuestra democracia, que es su muy distinguida y bien colocada próstata.

Sí: Angelino le ha negado a ella el gesto mínimo y democrático de prestarle atención. De pararle bolas, pese a existir entre estas y aquella una buena y muy conocida vecindad. Bueno, diríase que casi una hermandad.

Y por eso, y por no querer salir del limbo prostático en que se halla, Angelino dijo lo que dijo: que “está dispuesto a entregar su cargo si así se lo piden el presidente Juan Manuel Santos y el presidente del Congreso, Roy Barreras”.

Sepa, don Angelino, que ninguno de los dos va a cometer el error de pedírselo. Esto de ninguna manera va a ocurrir: ni por próstata, ni por Roy.

No lo hará Santos porque su próstata también fue sometida, si no a un examen constitucional, sí a exámenes y tratamientos médicos, lo que le quita al presidente, como de hecho le quitó, toda la autoridad prostática y orgánica que necesitaría para poder quitarle el cargo a Angelino.

Tampoco lo hará Roy Barreras por varias razones.

Primera: ¿con qué cara habría de hacerlo? Mejor dicho, ¿con cuál de las tantísimas caras políticas que hasta hoy ha tenido y mostrado se atrevería a pedirle la renuncia a Angelino? No, definitivamente no tiene cara para ello.

Segunda, porque Roy ha dado trazas suficientes de ser incapaz de ver la paja que hay en la próstata ajena, sabiendo, como él bien sabe, que va siendo hora de ir poniendo la propia en remojo.

Y tercera, por desconfianza de político. Anda, en efecto, exigiéndole exámenes médicos a Angelino. Y es tanta su insistencia en esto, que ha llegado a decir en privado que si tiene que hacerle personalmente el examen prostático a Angelino, se lo hará.

Pero estamos seguros que su amor a lo constitucional no lo llevará a tal extremo. Pues quienes hemos sufrido un examen de próstata, no de los de laboratorio, sino de los que se practican a dedo, de sobra sabemos que para eso se necesita mucho tacto; y tacto, lo que se dice tacto, es precisamente de lo que carece por completo Roy.

Y aunque sabemos también que el examen prostático a dedo es una pequeña violación que impunemente se le hace al difícil fuero masculino, hemos de reconocer al mismo tiempo que todo podrá esperarse de Roy, menos, menos que sea capaz de violar al recóndito fuero vicepresidencial.

Así las cosas, si Angelino es tan respetuoso de la Constitución y las leyes como dice que lo es, que entonces escuche solo a su próstata.

Si se dignara prestarle oídos, advertiría que esto es lo que le está gritando: “No renuncie Angelino. No lo haga. Que si su corazón, su cerebro y yo le hemos fallado a usted, usted no le puede fallar a sus millones de electores”.

Y nosotros, sus electores precisamente, no podemos menos que estar de a cuerdo con la benemérita y muy comentada próstata vicepresidencial.

También aconsejarle lo siguiente: nada de exámenes.

Y si Roy Barreras insiste, consienta, Angelino, en hacerse solo uno: el del ICFES.

Un pequeño escollo para usted, Vice, porque esta prueba es más cerebral que prostática.

martes, 23 de octubre de 2012

Aplican riguroso control de ancianidad al joven José Antonio Chíquiza



En esta inefable Locombia, cuando hay que estirar la pata, se estira por lo común no cuando toca, sino mucho tiempo antes.

En otras palabras, la mayoría de los colombianos estamos condenados a  estiramiento de pata por adelantado, por cuenta  en muchos casos de la guerrilla, en otros de la delincuencia, y casi siempre de alguna de nuestras EPS.

Que fue lo que por desgracia le sucedió en estos días a don José Antonio Chíquiza: que cierta EPS, por intermedio de su “sistema”, le dio de baja sin que él hubiera alcanzado la edad para ello.

Es cierto que don José cometió en todo esto ciertas equivocaciones. Fueron sin embargo equivocaciones que, aunque leves, le resultaron algo mortales

Por eso vale la pena examinarlas.

Presentarse a consulta médica a cualquiera de nuestras EPS es cometer apenas medio error. Pero hacer lo que hizo don José, que fue presentarse teniendo 57 años de edad, que era la que en ese momento tenía, sí que fue un garrafal y completo error.

Porque a esa edad todas las EPS empiezan a considerar, a quien la tiene, sospechoso de padecer la terrible, larga  y costosa –para ellos- enfermedad de la vejez.

Y a quien la padece, lo someten sin miramiento alguno a lo que se puede llamar un riguroso y muy preventivo control de ancianidad.

Que fue el que le aplicaron a rajatabla a don José.

Y con una formula muy sencilla: no apareció en el “sistema”.

Sí: el bendito “sistema” de la EPS había dado de baja a don José con la debida antelación. Y él, sin saber que de esa manera ya había fallecido, salió de casa y se apresuró a llegar a tiempo a la consulta médica.

Se ha de entender que en el estado de desaparición en que, por decisión del “sistema”, se hallaba don José, la EPS ya no podía hacer nada por él, como nada hizo en efecto.

Y que a éste, en el estado en que se encontraba, le quedaba sólo una salida, que es la que al cabo tomó, y fue dar la orden que lo enterraran.  

Mas don José, no contento con el primero, cometió un segundo error, que fue darse el lujo de padecer una enfermedad que hoy muy pocas EPS se dan el gusto de tratar: sus riñones entraron en cese definitivo de funciones.

Todo esto fue demasiado, claro está, para la EPS que le tocó en suerte a don José.

Puesto, pues, entre los riñones en falla y la edad en aumento, el “sistema” de la EPS Unicajas-Comfacundi determinó que el camino que había que seguir era primero curar el mal de la edad y luego el mal de riñones.

Y así se hizo, y de manera que, tal como las cosas ocurrieron, la curación no pudo ser más rápida y perfecta.

Porque, como toda Colombia hoy bien lo sabe, don José Antonio Chíquiza salió de aquella EPS como el “sistema”, y no la medicina, decidió que debía salir: con los riñones fallando, pero, eso sí, bien curado de la edad…y sin vida.

viernes, 12 de octubre de 2012

El testículo que se extiende por todo el libro de Álvaro Uribe




Álvaro Uribe Vélez empezó hace pocos días a vender un libro que tiene pretensiones de ser el de sus memorias, pero que en realidad es la exposición abierta de sus mejores y mejor logrados “falsos positivos”.

Trae por cierto el título de No hay causa perdida. Título erróneo. No hay mentira perdida se ajustaría más a la verdad.

Estuve inclinado a comprar el libro, pero confieso que me faltó el valor necesario para adquirirlo.

Pero al cabo la tortura fue gratuita. Porque tenía que aparecer luego el buen amigo que tuvo el mal gesto de prestármelo, y debí por consiguiente pasar por la dolorosa pena de aceptárselo y por la vergüenza de leerlo.

El libro no es más que un intento de meter a la fuerza y en circulación, no unas cuantas verdades, según los turiferarios afirman, sino, como ya queda dicho, un rosario largo de “falsos positivos históricos”.

Y también constituye un grandioso monumento erigido, no a la inteligencia, sino al tercertesticulismo.

Y es precisamente Álvaro Uribe quien encarna, como pocos hombres en este mundo, a este tercertesticulismo, y fue él quien explicó en la entrevista que concedió a este medio lo que el término significa.

Burlaburlando: De la lectura de su libro se desprende que usted pertenece a esa clase de agitadores que vive en estado de guerra permanente.

Álvaro Uribe: Cierto. Y me alegra que usted haya encontrado en el libro esa verdad al menos. Las raíces del estado que usted menciona se hallan en mi naturaleza.

B: ¿En toda, o en alguna parte especial de su naturaleza?

AU: En mi zona media exactamente. Esto quiere decir, y le exijo que lo cuente a todo el mundo, que yo, Álvaro Uribe, no soy un hombre de dos, sino un varón de tres testículos.

B: Tal parece entonces que hace rato le viene sobrando uno…

AU: No, amigo, no me sobra nada. Por el contrario, me las he arreglado para que los tres sean los fundamentos de mi vida pública. En mi caso, no son meros adornos colgantes, sino mis más queridos consejeros espirituales.

B: Sabemos para qué sirven dos. Pero…¿tres?
AU: Es cuestión de amaestrarlos bien. En mi caso, con uno de ellos hago el amor, y sobra, y con los dos otros hago la guerra permanente, y falta.

B: Entonces no es usted un hombre de paz…

AU: No lo soy, en efecto. No está en mi cerebro serlo, sino en mis testículos. Cuando los consulto sobre el tema, el testículo del amor ni siquiera se atreve a hablar. Porque, amigo, en esa discusión son y serán siempre…¡dos contra uno!

B: ¿Sigue usted algún procedimiento para hacer sus declaraciones de guerra?

AU: Sí. Todas mis declaraciones de guerra a Santos, a las negociaciones de paz, a la paz de Colombia, a las Farc, comienzan en mi cabeza; las someto luego a una larga y profunda maduración y cavilación testicular, y solo después las hago públicas.

B: En fin, no cree usted ni en la paz de los cementerios.

AU: No. Solo creo en la guerra de mis testículos.