En su breve
vida pública el célebre ciudadano Iván Moreno Rojas acumuló méritos bastantes para
que al final de ella le fuera otorgada una muerte política tranquila y digna de
su linaje, como lo fue, en efecto, la que en estos días lo dejó q.e.p.d.: que
en política descanse.
En el
momento en que quedó políticamente tieso y listo para el entierro electoral, Iván,
como ocurre siempre a todos los que optan por estirar la pata, se vio rodeado
por el afecto y la admiración de su esposa y sus hijos, y la devoción de algunos
de sus partidarios, por no llamarlos secuaces, pues no se ha de hablar mal de
nadie en un momento tan fúnebre como éste.
Estuvieron
de acuerdo todos ellos en que a Iván le fue segada su existencia política
cuando el Consejo de Estado le retiró para siempre la dignidad de senador, que,
creemos nosotros, era por desgracia la única que aún le quedaba.
Y también
elogiaron en forma vehemente su recio espíritu de combate.
Pues, como
todo el país lo sabe, Iván es un hombre ávido y sagaz, que entregó hasta el último
aliento de dirigente librando una fiera y encarnizada lucha contra la
honestidad pública.
En todo
caso, fue un político íntegro: nunca permitió que su voluntad y sus energías se
contagiaran de la pavorosa honestidad. Nunca.
Al
contrario, antes que ceder terreno a una honestidad para la que no había sido educado,
eligió buscar, en cambio, una muerte política de héroe, y hay que decir que en
eso acertó y por fin la encontró.
No quepa
duda de que el país no se restablecerá con facilidad de todo esto.
Porque un
Iván Moreno sin investidura significa una doble y casi irreparable pérdida
nacional.
Pues, por un
lado, la política pierde con él a un exponente…muy “vivo”. Y la honestidad, por el otro, a un oponente…eficacísimo.
Y es seguro
que Colombia toda jamás se resignará a contemplar a un Ivancito despojado de investidura.
Era de ver la elegancia varonil que esa dignidad le confería en sus mejores
días a él, y lo bien que ella armonizaba con sus apellidos ilustres, con el
carrusel de la contratación y con el caudal abundante de sus votos.
Y era de ver
también ese aire, ese aire de orgullo con que la investidura lo engalanó
siempre y siempre lo destacó como senador y lo enalteció como político: ese
aire de satisfacción de nuevo rico ilícito que exhibía en todas partes, ese
aire de cobro del 10% de comisión por contrato público que incrementó en él su
poder de compra.
Con todo,
quedan interrogantes grandes por responder. Después de esta su primera muerte, ¿qué
futuro le aguarda a Ivancito? ¿Su alma de político será castigada allá arriba
con el terrible infierno de la honestidad?
Solo sabemos
que en su próxima vida, que está comenzando, Iván tendrá la oportunidad de emprender
un largo proceso de rehabilitación de su pasada vida de político, de alcalde y
de senador.
Y también que,
bien al contrario de lo que hasta ahora venía haciendo, va a tener que ganarse
la arepa de cada día con el honesto y limpio y diario sudor de su frente.
Pues para que
se sepa: para Iván Moreno no hay muerte política que por una vida honesta no
venga.