Es inmensa la
contribución de la inteligencia a la definición de esa identidad nacional nuestra
que varios líderes han copiado y hecho adoptar con éxito en sus países de
origen.
El papel de
la inteligencia en este caso no solo ha sido calificado de magnífico, estupendo
y admirable, sino que también de él se afirma que es como sigue:
Colombia
tuvo a un político que, pese a ello, decía cosas tan profundas que ponían luego
a pensar a los colombianos. Sí, a pensar, que es el uso más conocido e
inteligente que suele dársele a la masa cerebral.
Aquel político
que de tal modo nos infundía tal pensar fue Alfonso López Michelsen.
Hoy, en
cambio, nos vemos obligados a sufrir del inefable Álvaro Uribe Vélez.
Un político empedernido
que se propuso y logró el desuso total del cerebro criollo. Porque Uribe también
habla, pero, al contrario de López, no por hacernos pensar sino para ponernos a
odiar. Y en verdad que Uribe ha cosechado logros abrumadores en la realización
de tan noble propósito.
Le ha ido muy
bien, en efecto. Odiamos, y de esta manera le damos al cerebro el uso que el
uribismo puro exige darle a esta parte del organismo humano.
Y odiando
hemos dejado de pensar. Pero hay que ver que el país continúa su paso. Entonces
¿qué cerebros lo están haciendo por nosotros?
Los de los
pollos.
Es cierto. Por
una bonita razón: porque Natalia Paris les habló, y es inevitable que cuando ella
habla los pollitos se pongan enseguida a pensar.
Como lo
están haciendo ahora, después que la modelo los acusó de ser el origen de parte
de la homosexualidad reinante en Colombia.
“Debe ser
verdad y bastante científico lo que ella dijo, porque cuando lo dijo llevaba
senos y se veía muy dueña de su silicona”, observó un agudo pollo bogotano.
Pero por lo
general los pollos no tragan entero. Y esta vez menos: si es cierto, se
dijeron, que producimos homosexualidad, nada más saludable que llegar a la
causa verdadera de un talento que desconocíamos. Y luego dieron a sus cerebros
la orden de buscarla donde fuese y hallarla a como diera lugar.
Para ello, y
como los pollos son altos ejecutivos y conocen el privilegio de pensar y actuar
por sí mismos, integraron una comisión de la verdad, a la que además tildaron
de científica.
La comisión
empezó por buscar la causa última en las hormonas femeninas. ¿Presentaban
comportamientos homosexuales los pollos que las consumían?
La encuesta
a las gallinas arrojó estos resultados: el 43.2% admitió que los pollos seguían
pisándolas con regularidad; el 31.9% no ha visto a ningún pollo acurrucarse a
los requerimientos sexuales de un gallo; el 18.7 no se ha enterado de pollos
que hayan intentado poner huevo; y el 6.2% no sabe o no contestó.
No estaba
allí la causa. ¿Dónde entonces?
Luego de
agotar todas las posibilidades, decidieron que Natalia debía ser objeto de su
investigación.
Como los
pollos de la comisión son caballeros feministas, le concedieron a la modelo una
inteligencia enorme.
Y como
también son científicos, hallaron defectos que condensaron en tres hipótesis: o
que la inteligencia de Natalia era tan profunda que ella nunca la encontró; o
que esa inteligencia ha estado demasiado tiempo en reposo; o que yace sepultada
bajo tanta silicona.
La
conclusión final fue clara: Natalia mantiene su enorme inteligencia en
permanente reposo, y esa es la causa única y última de que lo pollos estemos trasmitiendo,
vía asadero, el gusto de los hombres por los hombres.
Y luego de
esto la comisión se declaró en receso, y el cerebro de los pollos, siguiendo el
ejemplo de Natalia, entró en reposo absoluto.
Bueno: hasta
que ella vuelva a pensar y hablar.