Álvaro Uribe
Vélez empezó hace pocos días a vender un libro que tiene pretensiones de ser el
de sus memorias, pero que en realidad es la exposición abierta de sus mejores y
mejor logrados “falsos positivos”.
Trae por
cierto el título de No hay causa perdida.
Título erróneo. No hay mentira perdida
se ajustaría más a la verdad.
Estuve
inclinado a comprar el libro, pero confieso que me faltó el valor necesario
para adquirirlo.
Pero al cabo
la tortura fue gratuita. Porque tenía que aparecer luego el buen amigo que tuvo
el mal gesto de prestármelo, y debí por consiguiente pasar por la dolorosa pena
de aceptárselo y por la vergüenza de leerlo.
El libro no
es más que un intento de meter a la fuerza y en circulación, no unas cuantas
verdades, según los turiferarios afirman, sino, como ya queda dicho, un rosario
largo de “falsos positivos históricos”.
Y también constituye
un grandioso monumento erigido, no a la inteligencia, sino al
tercertesticulismo.
Y es
precisamente Álvaro Uribe quien encarna, como pocos hombres en este mundo, a este
tercertesticulismo, y fue él quien explicó en la entrevista que concedió a este
medio lo que el término significa.
Burlaburlando: De la lectura de su
libro se desprende que usted pertenece a esa clase de agitadores que vive en
estado de guerra permanente.
Álvaro Uribe:
Cierto. Y me alegra que usted haya encontrado en el libro esa verdad al menos. Las
raíces del estado que usted menciona se hallan en mi naturaleza.
B: ¿En toda, o en alguna parte
especial de su naturaleza?
AU: En mi
zona media exactamente. Esto quiere decir, y le exijo que lo cuente a todo el
mundo, que yo, Álvaro Uribe, no soy un hombre de dos, sino un varón de tres
testículos.
B: Tal parece entonces que hace rato
le viene sobrando uno…
AU: No,
amigo, no me sobra nada. Por el contrario, me las he arreglado para que los
tres sean los fundamentos de mi vida pública. En mi caso, no son meros adornos
colgantes, sino mis más queridos consejeros espirituales.
B: Sabemos para qué sirven dos. Pero…¿tres?
AU: Es
cuestión de amaestrarlos bien. En mi caso, con uno de ellos hago el amor, y
sobra, y con los dos otros hago la guerra permanente, y falta.
B: Entonces no es usted un hombre de
paz…
AU: No lo
soy, en efecto. No está en mi cerebro serlo, sino en mis testículos. Cuando los
consulto sobre el tema, el testículo del amor ni siquiera se atreve a hablar.
Porque, amigo, en esa discusión son y serán siempre…¡dos contra uno!
B: ¿Sigue usted algún procedimiento
para hacer sus declaraciones de guerra?
AU: Sí.
Todas mis declaraciones de guerra a Santos, a las negociaciones de paz, a la
paz de Colombia, a las Farc, comienzan en mi cabeza; las someto luego a una
larga y profunda maduración y cavilación testicular, y solo después las hago
públicas.
B: En fin, no cree usted ni en la paz
de los cementerios.
AU: No. Solo creo en la guerra de mis testículos.
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