“Cometieron
contra la indefensa Justicia colombiana un crimen al que bien podríamos
denominar ‘de reforma’, o ‘reformicidio’, y que fue tan infame como legislativo”,
declaró el director de la Policía Nacional.
Y añadió: “La
noticia mala es que los autores materiales de tan execrable reformicidio siguen
sueltos cometiendo y despachando leyes y reformas; y la buena, que los autores
intelectuales fueron ya identificados plenamente por la Policía Nacional.”
Y dejó militarmente
claro que no añadía más, puesto que no nos reveló nada más.
¿De quién o
de quiénes son, y de qué género de mañas se valieron los cerebros policíacos
para dar con aquellos cerebros tan aviesamente reformicidas?
Fácil nos fue
saberlo.
Convocó la dirección
general de la Policía a la amplísima gama de sus expertos en irresponsabilidad parlamentaria,
que los tiene.
Pero es el
caso que la extensísima gama estaba constituida por un solo experto, de manera que
ese solo acudió a la convocatoria, y a ese solo le tocó hacer de Comisión Interdisciplinaria
de Investigación del Reformicidio.
De inmediato
la flamante Comisión entró en trance de investigación y de persecución de los
cerebros reformicidas.
“Parece una
violación”, dictaminó la Comisión luego de examinar lo que le pareció que era
el cuerpo del delito, pero que en realidad era el ‘texto del delito’.
“Aquí todo
el mundo estuvo metiendo lo suyo, y más hubiese metido de haber podido”,
explicó. “Todos lo metieron: los magistrados de las altas cortes, los
dignatarios del alto gobierno y los altos reformicidas del Congreso”.
Pero advirtió
luego que por la vía del delito de violación nunca encontraría a los autores intelectuales
que buscaba, porque “aunque la violación es aquí una práctica diaria, los practicantes
no dan nunca la cara”, argumentó.
Tuvo pues
que manosear otros delitos, como ‘daño en cosa ajena´, ‘burla de confianza
pública’, ‘leyes a pupitrazo limpio’, ‘ronco mientras voto’, ‘voto a cambio de puesto’...,
pero los desechó a todos por ordinarios e inservibles para la investigación.
Y así, de
delito en delito, la Comisión dio al cabo con el que necesitaba. “Aquí se
cometió el horrendo crimen de tráfico y distribución de impunidad”, sentenció.
Y por ahí la
audaz comisión encaminó la investigación.
Y por vía de
la necesidad de impunidad la comisión pudo señalar a los cerebros del
reformicidio.
“La comisión
de este delito no pudo estar a cargo de los legisladores del Capitolio
nacional, sino de los legisladores de La Picota”, concluyó.
Y defendió
su conclusión con estos argumentos:
“Gracias al
uribismo, la relaciones actuales del Congreso con La Picota son de cordial amistad
y gran colaboración”.
“Tan
amigables son esas relaciones, que cuando un ciudadano quiere visitar a un
congresista, para hallar el lugar donde pudiera encontrarlo, ya no tendrá que pasar
a preguntarlo primero por el Capitolio…sino por La Picota”.
“Y por
último, ¿quién le suministró a La Picota todo el talento legislativo que
requirió para concebir y redactar la última reforma a la Justicia y enviarla
luego al Congreso para su aprobación?.”
“Quién pudo
ser…¡pues todos los senadores y representantes que, aportados generosamente por
el Congreso, La Picota ha adquirido en los últimos años!”, remató la Comisión.
Así las cosas,
un mejor ordenamiento institucional de Colombia exige con urgencia el traslado
del Capitolio a La Picota, y de La Picota al Capitolio.
Pero esa
será tarea de la próxima Constituyente uribista.
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