Al cabo de
escuchar cantar a Shakira, mi pésimo gusto musical se da por muy bien atendido.
Siempre
sentí que a mi mal gusto musical le faltaba algo, y ahora creo que ese algo es el
cantar de Shakira.
A ese mal
gusto mío le cabe de todo: desde el vallenato moderno hasta el repertorio de Shakira.
Oír cantar a
Shakira es el medio más eficaz de sacar al mal gusto musical de algún largo y
tenaz embotamiento.
El romance
de Shakira y Gerard Piqué comenzó cuando ella entendió el fútbol de él, y terminará cuando él comprenda el canto de
ella.
Shakira
posee el talento para hacer que cierta gente le aplauda sus berridos como si fuesen cantos, y sus contorsiones como si fuesen danzas.
Shakira
no es un gallo que da voces cuando
cacarea, sino una voz que produce “gallos”
cuando canta.
Lo
pronosticamos: en el futuro, el mundo del arte considerará a los CDs de Shakira
como la colección más rica y variada de “gallos” echados al viento por voz femenina
alguna.
Si Álvaro Uribe
Vélez encarnó la noche de la dictadurita, Shakira simboliza el sol de una nueva
libertad…¡la libertad de ublime!
Tan
deplorable es la letra que Rafael Núñez le aportó a nuestro Himno Nacional, que
lo de Shakira constituye una mejora sustancial.
A Shakira le cuelga ya la insignia de
Caballero de la Orden de las Artes y las Letras francesas. Santos está en mora
de crear la Gran Orden de la Libertad de Ublime, y de colgársela a la cantante
por las admirables mejoras introducidas por ella a nuestro Himno Nacional.
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