Especial
interés ha despertado, tanto en sectores de opinión no perrunos como en los decididamente
perrunos, el “trino” que el presidente Juan Manuel Santos echó al aire el
domingo anterior.
Este día, de
hecho, el mundo leyó en la cuenta presidencial de Twitter lo siguiente: “Churchill
decía que no se llega al final del camino si uno se detiene a echarle piedra a
cada perro que nos ladra!!!”.
En opinión
de algunos ciudadanos, Santos copió aquella frase allí para fustigar a quienes parecen
ladrar rabiosamente contra las negociaciones de paz que él inició con las FARC.
El propio Gobierno
los ha desmentido y ha dicho que no: “que aquel trino que se colgó allí no fue por
eso, sino como expresión -algo perruna, eso sí- de la determinación presidencial
de no detenerse a echar piedra en ese camino tan empedrado de perros, como lo es
el que conducirá a la paz entre los colombianos”.
Sin embargo,
fuentes extraoficiales han manifestado que lo que hay de fondo en este asunto
es más cosa perruna, que de fondo.
Porque,
según cuentan las mismas fuentes, el propio Santos vive preocupado por el uso
que en Colombia le están dando a Twitter, “en donde cada día leo expresiones
que más semejan ladridos, o gruñidos, que razones inteligentes contra la búsqueda
de paz”.
Y cuentan
también que fue precisamente esa preocupación la que movió al Presidente a
pedir, como ya pidió, la intervención en este caso de César Millán, llamado el
Encantador de perros, para que le ayudara al Gobierno a dilucidar si la fuente
de esos ladridos en Twitter es de animal racional o de animal perruno, y, en
este caso, a determinar el modo mejor de responder a semejantes expresiones del
líder y a su manada.
Con gusto aceptó
el reto César, no sin antes presentarse a Santos como “un mexicano que rehabilita
perros y adiestra políticos”, y de poner a disposición del Gobierno colombiano “el
Centro Psicológico Canino que poseo cerca de
Los Ángeles, EE.UU., en donde se
les colaborará a los enemigos de la paz a superar sus traumas”.
Y no sin antes
advertirle también que “evite, Presidente, echarles piedra a los perros del
camino, ya que esa práctica de chino malcriado no solo atenta contra el derecho
a la libertad de ladrido, gruñido y de movimiento de cola de que hoy gozan los
perros, sino que le concede a las piedras una función educativamente perruna,
para la cual de ningún modo éstas han sido hechas”.
De inmediato
Millán empezó a trabajar, buscando por teléfono indicios que lo acercaran al
origen de aquello que parecían ladridos, y que no se oían sino que se leían por
toda la Twitter colombiana.
Le preguntó
luego a Santos algo acerca de los resultados de las investigaciones que sobre
este asunto realizó la Casa de Nariño.
El
Presidente le confesó a Millán que él, en efecto, “había contratado a sicólogos
caninos y a expertos en comunicación perruna para que dieran con la raíz de
aquellos ladridos”.
Y que estos
expertos, “después de examinar a centenares de aquellos expresiones, creen que
estas más parecen salidos de cerebro perruno que de seso humano”.
Pues, sigue
diciendo Santos, “esos expertos dedujeron que el autor de aquellos ladridos,
aunque por lo regular muestra un comportamiento normal, de cuando en cuando y
de manera súbita se torna agresivo, y ataca y muerde por Twitter a las personas
cercanas, lo que significa sufrir el Síndrome de Furia, que solo se presenta en
algunas razas caninas”.
“Así las
cosas, no le quepa duda, Presidente, que en los ladridos en contra de la paz
hay seso y rabia caninos”, concluyó Millán.
Y le
recomendó por último leer su libro El encantador de perros, y mantener en
un cajón del escritorio presidencial una buena reserva de piedras, “pues uno
nunca sabe…”
“Pero, eso
sí, si alguna vez las va a usar contra el autor de tales ladridos, úselas con
mucho tino, o no las use”, remató Millán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario